Las familias son sistemas que están formados por diferentes miembros los cuales tienen cada uno una función o funciones determinadas. Asimismo, la familia posee una jerarquía la cual estructura la organización y las dinámicas familiares. Además, como toda unión de personas, el sistema familiar tiene que tener una finalidad, es decir, un propósito que garantice el buen funcionamiento del sistema. La finalidad de las familias es cuidar, proteger, estimular, socializar y garantizar buenos tratos a los miembros del sistema que están en desarrollo neuro-cerebral (desarrollo físico, motor, emocional, moral, cognitivo, social), para así garantizar la supervivencia de éstos y la continuidad de la saga familiar. Algunos autores especialistas en crianza, infancia, familias y trauma aseguran que si la familia no asegura y lleva a cabo esta finalidad no se puede entonces considerar que la unión de estas personas se pueda denominar familia.
Por ejemplo, la función de los padres es asegurar alimento, seguridad, condiciones de higiene, vivienda, estabilidad, protección, estimulación, socialización a sus crías, es decir, a sus hijos. La función de los bebés y de los niñ@s es … explorar el mundo, solicitar afecto, proximidad de la figura de apego, solicitar control y seguridad mediante gestos verbales, sollozos, movimientos corporales, miradas, llantos, jugar, interaccionar, observar al adulto, etc. Así, la función de los niños es jugar, divertirse, explorar el entorno, ser curioso, estimularse socialmente con otros pares (amigos, compañeros), aprender, preguntar, etc. Y la función de los adolescentes además de las ya mencionadas, podríamos añadir: explorar las nuevas sensaciones de su cuerpo de manera saludable, explorar las relaciones íntimas con iguales, enamorarse, desenamorarse, establecer vínculos de amistad, compartir experiencias, estudiar, hacer deporte, seguir aprendiendo, integrarse en la sociedad, cumplir normas, etc. Es decir, la función de los niños es ser niños, ni más ni menos.
Es esencial que los adultos creen y mantengan una jerarquía familiar para establecer la armonía y el equilibrio entre los miembros del sistema: esto significa que los padres tienen que ocupar un nivel superior de jerarquía ya que poseen el poder sobre los otros miembros del sistema. Este poder tiene que ser un poder que se ejerza con coherencia, límites claros, constancia, consecuencia, afecto, empatía, sensibilidad y sensatez a través de la práctica de los buenos tratos.
Los niños a nivel jerárquico se encuentran en un nivel inferior y son los que se adaptan y obedecen este sistema normativo y disciplinario y asumen este poder normativo, afectivo coherente y sensato. En la medida en la que crecen y su cerebro se va desarrollando, las normas, los límites y la disciplina se puede ir modificando adaptándose a la edad cronológica del niño/a. En la adolescencia algunas normas se pueden co-construir con el adolescente a modo de pactar un sistema adaptado a las necesidades de ambos sistemas familiares. La flexibilidad, la empatía, la sintonía emocional, la disponibilidad física y emocional, la sensibilidad a las emociones y a las vivencias del niño, la congruencia entre lo el adulto dice y hace, la coherencia entre lo que el adulto siente y hace, siempre son ingredientes excelentes para proporcionar los buenos tratos que los niños necesitan para crecer saludablemente.
Por lo tanto la finalidad del sistema familiar es garantizar los buenos tratos.
Pero ¿qué ocurre cuando las funciones o los roles de los miembros del sistema se invierten o se pervierten? ¿O cuando no hay jerarquía o ésta se invierte, o cuando la finalidad no se cumple? pues una auténtica desgracia....
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