Cuando el malestar no se manifiesta con síntomas, pero se padece a través de los vínculos: formas silenciosas del sufrimiento psicológico
- Mireia Sánchez | Psicóloga sanitaria
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 1 día

No todas las personas que sufren lo hacen con síntomas visibles. Hay quienes no presentan ataques de ansiedad, depresión ni crisis evidentes; sin embargo, los vínculos íntimos que construyen, como las relaciones de amistad, pareja, hijos, compañeros de trabajo... y sus decisiones y reacciones están marcadas por un malestar más silencioso, difícil de identificar, pero profundamente presente.
En algunas personas el sufrimiento se disfraza. En lugar de mostrarse como estados de apatía, desmotivación o crisis de ansiedad, obsesiones, autolesiones, etc. se manifiesta a través de patrones de funcionamiento internos y/o formas de vincularse que generan conflicto: falta de control de los impulsos, explosiones de ira, locus de control externo (o tendencia a victimizarse y a no asumir responsabilidades), invalidar, desvalorizar o cuestionar las vivencias del otro, mentiras, engaños y traiciones de la confianza, egocentrismo, necesidad de control, dificultad para empatizar, tendencia a romper vínculos cuando algo duele, etc.
Estas personas pueden parecer “fuertes”, “independientes” o “seguras de sí mismas”, pero en realidad suelen estar intentando protegerse del dolor y no volver a conectar con la vulnerabilidad. Mirarse a uno mismo, es un acto de valentía, y aunque a veces, nos gustaría no tener que ser tan valientes, si queremos vivir nuestra vida sin estar condicionados por el dolor del pasado, no queda más remedio que tomar decisiones que aunque nos den miedo en un inicio, nos llevarán a un lugar de autonomía y libertad y de conexión con nosotros mismos.
Bajo estas conductas y maneras de vincularse, suele haber conflictos internos y traumas relacionales no resueltos: experiencias de abuso, maltrato, invalidación, vínculos inseguros, humillaciones, pérdidas que no pudieron elaborarse en su momento, etc. Cuando el sistema emocional no encuentra un modo sano de expresar el dolor (porque no hay nadie que nos vea realmente, porque las mismas personas que nos hacen daño son la fuente de protección, porque somos pequeños y no hay salida, porque no hemos tenido modelos adultos sanos de regulación emocional, etc.) busca otras vías: el control, la exigencia, la perfección, la dominación del otro, la rabia (que tapa y defiende vincencias vulnerables como la tristeza, la decepción, la traición, etc…) o la desconexión afectiva.
El hecho de no tener síntomas limitantes no significa estar en equilibrio. El sufrimiento psíquico no siempre adopta la forma de un trastorno “visible”, pero puede limitar igualmente la capacidad de disfrutar, de sentirse en paz, de confiar, de conectar con uno mismo, de construir relaciones sanas, etc.
Asimismo, tengo que aclarar, que existen personas que tienen estas maneras de funcionar y de vincularse y también presentan sintomatología como ansiedad, depresión, trastorno de conducta alimentaria, adicciones, etc. … no es excluyente para nada. Es más, en realidad, lo que suele ocurrir, es que estas personas, aunque pueden funcionar con “normalidad” y la sintomatología no les limita su vida, suelen presentar algún tipo de alteración, ya sea en el sueño, en la sexualidad, alimentación, etc..
En terapia, trabajar con estos patrones implica ir más allá de la conducta visible y acompañar al paciente en reconocer las defensas que lo protegen, entender qué necesidad emocional hay detrás de cada reacción y abrir un espacio de conexión más auténtica consigo mismo y con los demás.
A veces, el primer paso no es “cambiar”, sino comprender desde dónde actuamos (¿desde el yo adulto o desde el dolor/trauma no resuelto?.Solo cuando entendemos de qué nos estamos intentando proteger, podemos empezar a sanar.
En mi experiencia, estas personas suelen venir o bien porque ellas mismas identifican que con su manera de relacionarse están haciendo daño a las personas que quieren y por lo tanto, desean poner fin a ésto. O porque las personas que les quieren les dicen que tienen que venir a terapia. Normalmente es más eficaz cuando es la propia persona la que se da cuenta que tiene un problema, sea con la empatía, con la impulsividad o con la ira. Cuando vienen por los demás, suele ser más complicado, aunque a veces se puede generar una demanda propia y desde ahí empezar a trabajar.
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